Los políticamente correctos, en todos los rubros, especialmente los intelectuales y periodistas, caen en la remanida frase ante un evento deportivo como el que vamos a apreciar el sábado a partir de las 17 hs. Se dice: es sólo un partido de fútbol. La frase no es que esté mal, se entiende, intenta disipar los chauvinismos, la discriminación y toda una serie de consignas que supuestamente educan al ciudadano para la paz y la integración. Estoy de acuerdo con la frase pero me permito ponerla en discusión y entre signos de pregunta, y decir: no es sólo un partido de fútbol. Eso es para los intelectuales progresistas y para la corrección política... esas frases que siempre pululan cuando se enfrentan selecciones nacionales.
Pero en este caso, especial por cierto, hay que atender los cantos de la masa. Cuando digo atender los cantos de la masa no quiero decir que la masa cante la justa ni lo correcto. La masa, conceptualmente, es una forma de dilución de la identidad en un "nosotros" colectivo. Ese nosotros colectivo tiene que ver con la nacionalidad. Y, por qué negarlo, se enfrentan dos países a través de sus selecciones nacionales de fútbol. Es un enfrentamiento. Guste o no, la palabra enfrentamiento es correcta porque es en el campo de juego donde se produce el enfrentamiento. Los jugadores juegan, luchan, se pelean, representan. Sus camisetas representan a los países. Lo que sucede con la frase es sólo un partido de fútbol es la negación, sucede el negar lo que está en disputa. Más allá del resultado y lo que significa perder o ganar. Y ahí quiero ir. A lo que sucede cuando los que se sienten representados e interpelados como masa, hacen.
¿Qué hace la masa? La masa también juega. La masa quiere jugar y luchar y pelear como los jugadores en el campo de juego. Pero como no puede hacerlo materialmente, lo hace simbólicamente. Las masas argentinas y chilenas se enfrentan simbólicamente a través de un dispositivo de desplazamiento de viejos rencores que se activan en el reservorio de la memoria de los pueblos. Y particularmente en este partido, sabemos, el tema de las Malvinas es el tema que se activa. La masa, decía, juega el partido en el campo de lo simbólico, de los discursos de masa, de la lucha de sentidos. Y no tiene en cuenta lo que en calma y pensando, los intelectuales, hacen: reflexionar sobre las diferencias, diseccionar esas luchas.
Chile, en dictadura, apoyó a los ingleses en la guerra de Malvinas, nuestra causa nacional, puesta en valor cada vez más por este gobierno. En realidad, el pueblo chileno no tuvo nada que ver con ese entuerto de Pinochet con los ingleses. El pueblo chileno por ese entonces luchaba por la libertad
por así decirlo, por la recuperación democrática que recién conquistó en el año 88. No se le puede endilgar a un pueblo bajo una dictadura la responsabilidad de su dictador en ese tema. Nosotros, en Argentina, también estábamos en dictadura, y el pueblo argentino tomó esa guerra como propia, esa causa como propia. Es un tema complicado. Discriminar la causa Malvinas de las condiciones en que se asume popularmente esa causa bajo una dictadura que intentó perpetuarse en plena resaca, haciendo una guerra, mandando miles de pibes al muere. Es una guerra, o mejor, una causa, que nos duele. Y la masa, la masa argentina en un partido de fútbol, no tiene una ideología pura y definida sobre el tema. La masa tiene en su naturaleza tufo a fascismo. Porque quiere resolver en lo simbólico lo que un gobierno intenta por lo diplomático.
La masa también utiliza sus recursos, recursos de lo popular que no pueden evaluarse tan simplemente como de izquierda o de derecha. Utiliza la burla, el sarcasmo, la ironía. Eso nos remite a la masa en la Plaza Pública en la Edad Media, en el carnaval, cuando la dilución de la identidad permitía una transgresión simbólica del mundo feudal y se burlaban del rey y la reina, por un momento, dejando el mundo patas para arriba. Encorsetada revolución. En el fútbol la masa encorseta. Uno puede hacer una reflexión correcta sobre lo que estamos charlando pero cuando se está ahí, se canta con la masa porque la masa manda en su territorio. El que no salta es un inglés, en algún aspecto, es un reclamo antiimperialista de nuestro pueblo expresado por una masa de naturaleza fascistoide.
Esa contradicción no tiene resolución en un partido de fútbol
entonces, la plaza pública y el carnaval medieval. Se canta y se reclama a la vez. Y el enemigo en última instancia no es Chile, es el imperialismo. Lo que pasa es que jugamos con Chile, y la masa utiliza a Chile como chivo expiatorio. Es complicado, pero a la vez no. Hay que dejarse estar. No alentar la previa con el odio. Pero cuando la masa juega su partido, no escucha otra cosa que su reservorio de rencores y dolores. Los transforma en sarcasmo, discrimina, y en el mismo acto se auto discrimina. Una especie de espiral auto eliminatorio donde la violencia constituye al mito, al sacrifico, al ritual. Por eso no es sólo un partido de fútbol
aunque lo sea.
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