Cómo negar la resistencia natural al cambio, si parece venir en nuestro ADN. Es así, el ser humano parece estar programado desde siempre para que cualquier cambio, cualquier cosa que le sea nueva le produzca un terror increíble. ¿Quién no se ha quejado cuando Facebook ha cambiado su plataforma? Y aunque suene tonto este ejemplo, la resistencia al cambio es tan indiscutible que seguramente todos respondimos a esta pregunta: Yo.
Si tuviésemos que
definir la vida en dos palabras muy puntuales, esas serían: cambio constante.
Ningún nuevo día es igual al anterior aunque el clima esté igual o hagamos lo
mismo; no importa qué tan encerrado estés en tu rutina porque siempre algo
nuevo te ocurrirá, aprenderás o conocerás. Nuestra vida es como un río que no
para de correr; fluimos a través del espacio y del tiempo queriendo saberlo
todo; pero en el momento menos esperado y cuando creíamos saber todas las
respuestas, el mundo nos cambia las preguntas.
¿Deberíamos preocuparnos
de algo respecto al cambio? Sí; de no reconocerlo o aceptarlo y de no estar
preparados para él. Y es a partir estas respuestas que podemos construir este
pequeño “manual” para enfrentar el cambio con todos los hierros.
Reconocer el cambio me
permitirá aceptarlo
Empecemos teniendo claro
que el cambio nunca viaja solo. Solemos temerle porque siempre anda acompañado
de tres emociones que no queremos sentir: miedo, vergüenza y apatía. El miedo
es el primero en golpear y por eso es lo primero que experimentamos; así que,
cuando estemos en sus garras bastará con que nos preguntemos el porqué.
Seguramente la respuesta tendrá que ver con la segunda emoción: la vergüenza.
Al no saber a qué nos enfrentamos es común temerle por vergüenza de quedar como
ignorantes; y así es que nace la apatía. Nos refugiamos en ella tratando de
mostrar que no nos importa, pero la verdad es que sí.
CONSEJO: El miedo, la
vergüenza y la apatía son más cobardes que tú, por eso atacan en pandilla.
Simplemente párate de frente y rétalos.
Aceptarlo me permitirá
estar preparado
El miedo, la vergüenza y
la apatía son las supuestas fortalezas del cambio, esas de las que se vale para
aterrarnos, pero en realidad son sus puntos débiles. Si reconocemos estas emociones
entonces estaremos a solo un paso de aceptarlo. La mejor forma para cerrar el
ciclo de aceptación al cambio es entendiendo nuestra primera premisa: la vida
es cambio constante. ¿Para qué darnos mala vida cuando nos enfrentemos a algo
nuevo? No existe la máquina del tiempo para cambiar el pasado o predecir el
futuro; por eso ocupémonos de entender lo que ocurre hoy.
CONSEJO: El pasado es
historia y el futuro es un misterio. Entrémosle con todo al presente y veremos
con total normalidad todo lo que sea nuevo.
Estar preparado me
permitirá vivir el cambio como todo un experto
Y esta es la fase final
en la que entendemos que nada se pierde, solo se transforma. Cuando reconocemos
y aceptamos el cambio simplemente nos estamos transformando; ahora somos
guerreros con una nueva fortaleza: no nos intimidamos con lo nuevo. ¿Listos
para dejar fluir la vida hacia el cambio?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario